Hay gente que nace crispada. Envejece muy pronto. El futbolista Jordi Alba, por poner un ejemplo en el ámbito deportivo. No es mal jugador, pero siempre se muestra enfadado, despectivo y prepotente. Su edad debe rondar la treintena de abriles, pero sus muecas y gestos acercan su imagen a la de un anciano cascarrabias que jamás ha entendido su manera de ser. En el podemeterío sobresalen los gestos antipáticos de Irene Montero, pero la que manda ahí en fealdad de mirada, en enfado permanente, es Ione Belarra. La joven Belarra, amén de inútil, es una mujer que no se halla. Pierde muchas horas al día buscándose a sí misma, y hasta momento los resultados no le han sido favorables. Y firma, entre que se busca y no se encuentra, muchos manifiestos. Es enternecedora la afición que tienen los comunistas por los manifiestos. Un mes sin firmar alguno, y les entra el mono.
Belarra, que es apellido vasco, significa “pastizal”. Nada original, por cuanto Belar, Belardi, Belate, Belarza, , Belarri, Belarro, Belarroa, Belascain, Belascoain, Belascue, Belascuen, Belasagay, Belastegui, Belastena, Belastiqui, Belate, Belaunde, Belungain, Belaunza, Belaunzarán, Belausarra, Belaustegui, Belausteguieta, Belausteguigoitia, Belaza y Belazar, significan lo mismo. Datos recogidos en el libro....
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