Se dan centenares de situaciones en las que despedirse de un cargo, público o privado, y deslizar una breve expresión compungida, cercana al medido golpe de sollozo, pueden admitirse.
Le faltaban cuatro meses al probo secretario adjunto a la dirección Florencio de Cascajares para lograr la ansiada jubilación. Había ingresado como botones de la poderosa entidad a los doce años, de ahí pasó a ordenanza, de ordenanza a chófer, de chófer a Vigilante del Garage, de ahí –después de un curso-, a encargado de la distribución de correo, y a punto de jubilarse fue llamado por el presidente del Banco. - Cascajares ha sido usted un empleado modélico. El Consejo y la Dirección, siguiendo mis instrucciones, le ofrecerán una cena de homenaje la noche de su jubilación. Se trata de una sorpresa, pero le adelanto Cascajares, que le impresionará la enorme bandeja de plata que hemos encargado para usted y su esposa y que le entregaremos en el referido acto. Su lealtad al Banco merece eso y mucho más. Por otra parte, sus compañeros de trabajo también le han preparado un obsequio de recuerdo. En cuatro meses, Cascajares-.
No pudo dormir a gusto en aquellos cuatro meses. La ilusión de su vida era poder lucir una gran bandeja de plata...
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4 Replies to “AGARRARSE UNA PERRA”
«Garaje», no «garage».
Y dale con lo de la «chochola»…
Estoy parcialmente de acuerdo con la corrección ortográfica que hace el comentarista anterior. Si nos ceñimos al diccionario de la RAE, la corrección es correcta; pero, en descargo de Ussía, también hay que aclarar que «garaje» es una hispanización del galicismo «garage», o sea: la adaptación gráfica de la voz francesa. Dicho lo cual, podemos considerar que el articulista, como no es extraño encontrar en muchos escritos, ha utilizado un vocablo francés, como lo podía haber utilizado en inglés, latín… etcétera. Lo de «chochola», no deja de ser una expresión coloquial utilizada en muchos pueblos de España: un simple neologismo popular.
Disculpas si molesta la elucidación, que, por otra parte, creo pertinente. Sin poner en duda la circunspección del «corrector», me parece que tampoco hay que pasarse.
En otro orden de cosas, supongo que la historia de Cascajares es una mera ucronía; pero, sin nombre ni apellido, es algo que, desgraciadamente, sucede en el complicado mundo en el que vivimos. Es el «zeitgeist» de nuestro tiempo.
Pax vobiscum.
En mi humilde opinión, en la comparación de Cascajares con semejante individua como la Oltra no se reflejan con la necesaria contundencia las infinitas diferencias entre una persona admirable (Florencio) y una despreciable personajilla (la Oltra). Calificar a ésta solamente de vulgar es casi un piropo para ella.
Don Constantino, yo no me paso. Digo lo que pienso.
A ver si así…