Mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, recibía todas las semanas un arroz con leche que le hacía doña Carmen, la mujer del Papa Negro, madre de los hermanos Bienvenida. Conocí y admiré mucho a Antonio, y sus hijos Marian, Antoñito y Ángel, que eran mis amigos y de mis hermanos.
En San Sebastián, en plena Semana Grande, le pedí perdón a Antonio, ante sus hermanos Ángel Luis y Juan. Mis queridos Santiago Amón y Vicente Zabala Portolés, padre de Vicente Zabala De la Serna, eran bienvenidistas puros, en tanto que yo era ordoñista, del rondeño, Antonio Ordóñez. Y Antonio Bienvenida, sorprendido de mi petición de perdón por ser ordoñista y no bienvenidista –que también lo era-, me dijo con su enorme señorío. –Alfonso, no se pide perdón por tener toda la razón del mundo. Antonio Ordóñez es lo más-.
Antonio Bienvenida, dos veces a las puertas de la muerte, con veintitantas cornadas, torero hondo y prodigioso, siempre recreándose ante el toro con una sonrisa, habiéndose jugado la vida con su arte durante más de treinta años, en campo abierto, después de torear una vaquilla que apenas sobrepasaba los 100 kilogramos, al irse de ella, no reparó que la vaquilla se arrancaba hacia él, lo volteó, y el golpe resultó mortal....
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4 Replies to “ESO…LA VIDA”
Qué triste.
El recuerdo de estos dos personajes tan dispares, como lo han sido A. Bienvenida y B. Romanchenko, unidos por un nexo común: una trágica e inesperada muerte, me trae a la mente lo efímero que es todo en esta vida y lo importante que es aprovechar cada instante antes de que la «Dama de negro» llegue, de improviso, a decirnos que hasta aquí hemos llegado. No se trata de vivir de forma desmedida, pero si aprovechada, relativizando la situación de cada momento. Como dice el escritor y disidente político chino, en su libro «El Sueño Chino»: «Cuando seas feliz, recuerda que la felicidad es pasajera, y cuando estés triste, recuerda que la tristeza tampoco durará. Sin duda que es un buen consejo, aunque yo lo aplicaría, en mayor medida, a la segunda parte. Tampoco hay que preocuparse demasiado por nuestro «doloroso» destino; al fin y al cabo, la muerte no es más que el ineludible impuesto que tenemos que satisfacer por el mero hecho de haber vivido. Aquí sí que no podemos hacer trampas. Como concluye Marcos Concha Valencia en su «Elegía a la muerte», ¡No hay vida sin la muerte! Al final tampoco tenemos demasiado que perder, dado que nada éramos, nada somos y nada seremos.
La filosofía a seguir es la que marcó Horacio: ¡Carpe diem! Remachada por Virgilio con su ¡Tempus fugit!
Pax vobiscum.
Aclaración: El escritor y disidente chino mentado en mi anterior comentario, aunque por el título del libro que refiero queda perfectamente identificado, para aquellos que tengan alguna duda, aclaro que es «Ma Jian», y la obra es una distopía de la sociedad china de «Xi Jimping», en línea con «1984» de «George Orwell», aunque está última sea una sátira del régimen soviético de 1949.
Gracias Sr Ussia, como siempre. Eso..la vida, eso…la muerte