NO VA CON ÉL

Y es mucho más digno marcharse que ser expulsado.

             Aquí no ha pasado nada. Casado ha reunido a sus amigos, no ha dimitido, y aleja a una semana más su inevitable dimisión. Los políticos, en ocasiones, son así. Lo más divertido es cuando manifiestan que han dimitido pero que su dimisión no ha sido aceptada. Dimitir es abandonar un cargo, una responsabilidad, y en su caso, una irresponsabilidad, voluntariamente. Contra la propia voluntad no hay trampas. Uno dimite y se va.

El problema es que, si Casado dimite y se va, que no lo va a hacer hasta que lo expulsen sus votantes, todos los que conforman la reunión de los antiguos maitines de Fraga en la sede del PP, se quedan sin trabajo y sin complemento de sueldo. Sucede que España necesita expulsar -democráticamente-, a Sánchez, al PSOE, a Podemos, a la ETA, a “Esquerra Republicana”, a los votos del fugado en Waterloo, a la canaria, a Baldoví , a los sacristanes del PNV y al pecador de Teruel Existe, que es mucho más importante que los complementos y canonjías de los amigos de Casado y Teo.

Lo decía Grover Whalen de Lord Essex: “Se equivocaba tanto, que el día que acertó...

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3 Replies to “NO VA CON ÉL”

  1. Alberto Masot Espasa dice:

    De paso el Sr.Casado que se lleve a su casa a toda su tropa, sus amiguetes y sus lametraserillos, todos incapaces. España se merece otra clase de Oposición inteligente y capaz que acabe democráticamente con esta cutrez extrema de este desgobierno social-comunista-anarquista-separatista-etarra y perroflautista que padecemos.
    Sr. Casado y compañía háganlo por amor a su país.

  2. alberto mallofré sánchez-pantoja dice:

    ¿Expulsarles «democráticamente»? Lo dudo mucho. Lo que hay que hacer es expulsarles como sea.

  3. Constantino Díaz Fernández dice:

    Que Casado no es el hombre que necesita el PP para tener posibilidades reales de llegar a La Moncloa es algo hace tiempo manifiesto. Es una persona de discurso fácil, pero vacío de contenido político. No ha sabido dar la batalla de las ideas y se ha dejado arrastrar por una izquierda adueñada de la autoridad moral que le ha impuesto lo que es, o no, políticamente correcto. Le ha faltado carisma, coraje y firmeza, al tiempo que le ha sobrado timidez, volatilidad y tacto político. Una estrella fugaz cuya luz empezó a extinguirse el día que destituyó a Cayetana como portavoz parlamentaria y que acabó por apagarse con la innecesaria diatriba que le dedicó a quien llamaba «mi amigo Santi» en la moción de censura que VOX presentó contra Pedro Sánchez. En este último acto, en el que desde su bancada le infatuaron con aplausos, en realidad lo que demostró fue una vileza y una cobardía sin límites, haciendo el juego a Sánchez y dejando estupefactos a propios y extraños; algo que inhabilita, de facto, a cualquier aspirante a dirigir los destinos de España.

    La deriva que tomó el destino de Casado en su larvado enfrentamiento con Ayuso, sin duda motivada por motivos de envidia hacia quien temía que podría poner en riesgo su liderazgo, ha supuesto, sin retorno, el fin de su aventura política, confirmando la teoría de la enantiodromia de Heráclito reformulada por Jung. El único camino que honestamente le quedaba era el de presentar su dimisión, cesando, un minuto antes, a quien le ha venido haciendo la cama desde el momento en que tomó posesión como secretario general, TGA, cuya capacidad de conspiración y destrucción del equipo de trabajo de Casado es más que manifiesta. Como la honestidad y la valentía, única forma de salvar el honor personal, no son patrimonio de Casado (con esto se nace, no se hace), y siempre ha tendido a procrastinar, no tengo la menor duda de que no presentará su dimisión. Agotará formas y plazos hasta llegar al peor de las soluciones: que te pongan de patas en la calle y sirvas de mofa y befa para tus antiguos correligionarios y simpatizantes. Al final, este es el destino que se merecen personajes como el que nos ocupa.

    Después del fiasco de Casado, el problema más inmediato con el que tiene que lidiar el PP es el de encontrar un sucesor. No sólo no puede demorar este reto, sino que tiene que acertar en la elección. En definitiva, encontrar al caballo adecuado para ganar a Sánchez la carrera de llegar a La Moncloa cuando llegue el momento. En este sentido, y continuando con la metáfora, no parece que la cuadra del PP esté precisamente muy surtida: tiene un rocín con recorrido político, ponderación y experiencia de gestión, y una «potranca» que apunta muy buenas maneras, pero que aún no está lo suficientemente curtida y, por ende, de momento, no es una garantía para una carrera de fondo. El resto no pasa de «pencos», válidos para carreras locales, pero no para competir en los grandes circuitos. Ergo, la decisión, no parece difícil. La cuestión está en que obtenga el “níhil óbstat” de la inmensa mayoría de los comprometidos en su elección.

    Sit pax nobiscum nunc et Semper.

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