Los canadienses me han abierto los ojos. Fui un niño perverso. Disfruté con los tebeos de héroes del Oeste americano. Los buenos ganaban a los malos, y yo disfrutaba mucho con esta sana costumbre. Roy Rogers, Gene Autry, Rex Allen, Hopalong Cassidy y “Kemo Sabay”, el Llanero Solitario, que además de zumbar a los forajidos lo hacía con balas de plata.
Prodigios onomatopéyicos. El disparo “ bang”; la bala disparada por el malo que roza al bueno “zing”. El llanto de la niña asustada “Snif, snif”.
Y el derrumbamiento de una montaña en la que el malo aguardaba escondido al bueno para darle matarile, “ruuummmbbleee”. Lo pasé muy bien siendo un niño malo que se alegraba de que perdieran los malos. En muchos tebeos de Roy Rogers, cuyo caballo respondía al nombre de “Tigre”, en la penúltima viñeta se aprecian los cuerpos sin vida de los pistoleros malísimos, y para mí, un niño malo, aquella visión me complacía sobremanera.
Después, ya en mi primera juventud, llegó Tintin. Con Milú, los policías Hernández y Fernández, Silvestre Tornasol, el capitán Haddock, la Castafiore, y sus inolvidables –no las puedo olvidar porque las tengo todas-, aventuras. Desde Tintín en Rusia y Tintín en el Congo, que fueron censuradas por los progres sarnosos hace algunos años. Yo era un niño muy malo, y me gustaba que Tintin y Haddock vencieran a los que yo creía malos, que hoy en día es al revés. Y Astérix y Obelix, geniales personajes de Goscinny iluminados por los dibujos de Uderzo. Cuando murió Goscinny, Uderzo se hizo cargo también de los guiones, pero no alcanzaron las cotas de genialidad previas. Y Luky Luke, que disparaba más rápido que su sombra. Ahí tengo que reconocer mi amor por los malos, los hermanos Dalton, insuperables. Luky los apresaba y los Dalton se escapaban para que Luky los detuviera en el episodio siguiente. La madre de los Dalton era la peor, y escribir esto puede considerarse un delito si lo interpreta Irene Montero, la receptora festiva de los piropos a su chichi, que hay que ver, hay que ver y lo que hay que oir, hay que oir…
Pero a Irene Montero se han adelantado los canadienses. Canadá y los canadienses han inspirado muchas joyas del pensamiento. Pierre Berton admiraba su mayor habilidad: “Un canadiense es alguien que sabe hacer el amor sobre una piragua”. El Gobierno del señor Troudeau ha ordenado quemar miles de libros existentes en las bibliotecas públicas nocivos para los niños. Todos los de Tintin, Astérix y Luky Luke. Demostración científica de que el señor Troudeau es un gilipollas.
A partir de ahora, los niños canadienses serán buenísimos y tendrán que cumplir con los mandamientos de la bondad. Leer a Mafalda, ese tostón de niña. Es posible que se permita la emisión de la serie de Pipi Calzaslargas, la inspiradora de Greta Thunberg, un zorrón desorejado. Me refiero a Pipi, no a Greta, faltaría más. A mí, Greta Thunberg me cae muy bien. Conservar ese espíritu infantil, esa fuerza de la niñez, ese caudal de inocencia a los 53 años de edad, se me antoja admirable. Se ha descubierto que sus padres no son sus padres sino sus hermanos mayores, los que llevan las cuentas de lo que gana Greta, y ese dato me ha emocionado sobremanera. En Canadá Greta es mujer muy respetada. Sufre mucho y como Garzón, no quiere que la humanidad consuma carne. Esas cosas emocionan a los canadienses.
Pero yo creí, hasta hoy, que fui un niño bueno. Si veía en un anuncio de prensa a una modelo en “suty” y bragas, me confesaba al instante. Me lo decía el padre Errementería, del Antiguo de la calle Matía, de San Sebastián: -Deja ya de confesarte por esas tonterías. La que se tiene que confesar es la modelo-. Pero yo era muy bueno y me confesaba, porque mi deber era cerrar los ojos y pasar la página. Una contradicción. Aquel niño que se creía bueno era muy malo, porque le gustaban no sólo los tebeos del Oeste, sino las películas, donde los vaqueros, los “casacas azules” y los colonos, vencían a los forajidos y los pieles rojas. A estos últimos, por tontos y precipitados. Gritaban antes de atacar, y claro, los calentaban a base de bien.
Duermo con el dolor de saberme malo. Pero lo he pasado de cine leyendo a mis héroes que no dejaban a un malo irse de rositas. Que os den, canadienses.
Alfonso USSÍA
5 Replies to “UN NIÑO PERVERSO”
Es increíble a lo que estamos llegando. Esto es como en la época de la Inquisición.
La Inquisición era mucho más seria. Y no fue tan sanguinaria como ahora dicen.
Trudeau, no Troudeau.
Lucky, no Luky.
¡Viva Pippi Calzaslargas!
Los álbums de Astérix publicados tras la muerte de Goscinny también son muy buenos.
Perdón pero ninguno de ellos, sin desmerecerlos,- yo también los leí y tengo, encuadernados, muchos,- como los del «El Capitán Trueno», en su entorno medieval, «El Jabato», en la antigua Roma, y «Flash Gordon» en un extraño presente futurista, que despega hacia el espacio, al estilo años cincuenta del S.XX.
Si, los niños de esos años éramos muy malos y por lo visto, lo que son las cosas, no se nos ha olvidado y, ya de viejos, que lo somos aunque nos cueste aceptarlo, queremos seguir siéndolo.
Me conformo con que no venga ningún iluminado y decida que nos echen a la hoguera, también a nosotros.
Buen día del Señor.
También «El guerrero del antifaz» venciendo a los sarracenos, «Hazañas bélicas» donde los norteamericanos eran los buenos venciendo a comunistas y nipones.
Ahora los buenos son Bin Laden, Putin, el Che Guevara, los líderes comunistas chinos y norcoreanos, los Castro y demás basura intelectual. Esos son los modelos a seguir en nuestras escuelas y universidades.
Menos mal que nos queda Ussía y alguno más.