Ya están los comunicadores analfabetos hablando de las “Olimpiadas de Pekín”. Como si en Pekín se estuvieran disputado diferentes “olimpiadas”. Por otra parte, lo que tiene lugar en Pekín son los Juegos Olímpicos de Invierno. Y en verano tendrán lugar los Juegos Olímpicos de toda la vida. La Olimpiada – no las olimpiadas, como “los mundiales” , pedazo de cursis-, es el tiempo que transcurre desde que se apaga el pebetero hasta que se enciende de nuevo. La Olimpiada dura cuatro años, los cuatro años que se suceden entre unos Juegos Olímpicos y los siguientes.
Por desgracia, cada año que pasa, me quedan menos oportunidades de cumplir con una de mis mayores ilusiones. Que el atleta portador del último turno de la antorcha olímpica, al ascender por las escaleras que conducen al gran pebetero, tropiece y se pegue un morrón. Toda esa cursilería que rodea a los Juegos Olímpicos y la Olimpiada me produce inmenso alipori. La llama olímpica del Monte del Olimpo, que se convierte al cabo de algunos kilómetros en la llama de un Bic o de un Clipper. En su recorrido por España y hasta llegar a Barcelona, se apagó en diferentes ocasiones. Pero del mismo modo que hay tontos de cumbres en las etapas de montaña del “Tour” o de la Vuelta, hay tontos de llama olímpica que se molestan en acercarse a la carretera para ver a un tipo vestido de blanco con una antorcha en la mano. Y gracias a esos tontos, que acostumbran a llevar un mechero en los bolsillos, se enciende de nuevo la llama con “fuego del Olimpo”.
Cinco días se llevan disputando los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, y no he gastado ni un minuto en su seguimiento. Me aburren mucho los deportes invernales. Y más aún, si se celebran en la Capital de la nación del Covid-19. Seguí con emoción los Juegos cuando participaban los Fernández-Ochoa, Paco y Blanca, los dos ya escapados hacia las alturas. Me caían muy bien, madrileños serranos, de Cercedilla, que aprendieron a esquiar entre rocas y peñas. Cuando en su segunda tanda se cayó Blanca, me llevé un profundo disgusto. Tenía ganada la medalla de Oro, como la de su hermano Paco en Saporo. Pero se retiraron los Fernández-Ochoa y dejaron de interesarme los Juegos Olímpicos de Invierno, si bien es verdad, que seguí con regocijo la carrera de fondo de un español nacionalizado que ganó de calle y le quitaron la medalla al día siguiente por su análisis positivo. Se metió nieve hasta por el gorro.
Sin Paco y sin Blanca, los Juegos Olímpicos de Invierno han perdido todo el romanticismo, la estética clásica y la clase personal. No pierdo el tiempo viendo como una finlandesa adelanta en el tramo final a una china y un canadiense. Si leo que los españoles han conseguido una medalla, me alegraré mucho, claro está, pero sin entusiasmo. El entusiasmo lo dejo para este verano. Quizá sea la última oportunidad que me queda de ver pegarse el morrón al atleta que asciende por el pebetero mientras un público formado por una muchedumbre perfectamente prescindible aplaude emocionado. Como el público de los toros que aplaude el paseíllo de los rejoneadores, que incitan el aplauso descubriéndose mientras los espectadores que no aplauden se preguntan: ¿Por qué piden que se les aplauda? ¿Por no haberse caído del caballo durante el paseíllo?
En fin, que el mundo es muy raro. Que le den a Pekín.
Alfonso USSÍA
9 Replies to “QUE LE DEN A PEKIN”
Sr. Ussía, en español hay palabras que admiten tanto el singular como el plural:
La tijera / las tijeras.
El pantalón / los pantalones.
La Navidad / las Navidades.
También decimos «las elecciones», cuando en realidad no se celebra más que una elección.
Y también decimos muchas veces «las narices», cuando en realidad no tenemos más que una nariz. Pero es perfectamente correcto.
Y también es perfctamente correcto decir «La Olimpiada / las Olimpiadas». Se pueden usar ambas formas.
Así que no sea usted «snob» ni hable con ese aire de superioridad.
Y «los Mundiales» también es correcto. Se refiere a «los partidos [de fútbol] mundiales».
Usted se cree que está por encima de los demás. Eso es soberbia.
Buenas tardes.
Parece evidente que no ha leído o no ha asimilado el mensaje que transmite D. Alfonso.
No se pueden celebrar las olimpiadas de Pekín ni de ningún sitio porque, como bien nos ilustra el maestro, olimpiada es el periodo que transcurre entre dos Juegos Olímpicos.
Siempre me ha sorprendido el que alguien siga e incluso se suscriba a la página oficial de quien está en las antípodas de sí mismo, intelectualmente hablando. Incluso llegando a la desfachatez de acusarle de soberbia.
Como bien indica el colofón del artículo de hoy, el mundo es muy raro.
He leído el artículo de don Alfonso y sé lo que quiere decir, pero no estoy de acuerdo.
El estar suscrito a esta página es porque me interesa y porque tengo la costumbre de escuchar o leer antes de rebatir. ¿Le suena esto? Y porque me da la gana.
Yo no soy intelectualmente inferior a don Alfonso, si es eso lo que usted quiere decir. Y sí, a veces él peca de soberbia. Como todo el mundo.
Lo que a mí me sorprende es que haya tanto lameculos y tanta gente que es más papista que el Papa.
Muy bien, Proby, el camino emprendido es el correcto. Con esfuerzo conseguirá asimilar sus lecturas, no es sencillo, pero no desfallezca, se lo ruego.
«Olimpiada», según la RAE. Primera acepción:
«Competición deportiva mundial que se celebra cada cuatro años en un lugar previamente determinado. Úsase también en plural con el mismo significado que en singular.»
Hale, ahí queda eso.
Que quieren que les diga. Que no es lo mismo. Que cuando veo al chino y al ruso trapicheando entre ellos se me hielan los cuartillos y me desmotivan del resto. Me alejan del espectáculo deportivo, blanco, volador y rápido. Atractivo, eso si, pero si no eres medio alpino, medio canadiense y de los parientes cercanos, lejos de tus registros mediterráneos, la cosa no impacta tanto.
Vuelan como águilas, corren como zorros de las nieves y hacen piruetas casi imposibles en las diferentes modalidades con técnicas de ficción. Pero, siempre hay ese pero maldito, pero digo, a pesar de todo, y que conste que los admiro, a los atletas, no a los anfitriones en este caso concreto, no me enganchan las pruebas como las de la autentica Olimpiada, esa en la que sudas solo con verlos y te cansas como si estuvieras tu en la cancha. Solo asistí, presencié, una, en persona, personalmente, que diría el personaje del comisario Montálvano; fue en Montreal y debo confesar que entrar en aquel estadio, sonaba la música de Abba, me produjo una sensación especial, increíble. Me hubiera gustado entonces ser uno de aquellos atletas, desfilando bajo mi bandera.
Que quieren que les diga, participar, solo participar en una olimpiada, ser olímpico, para un deportista, es algo muy especial, insustituible. Un triunfo es la apoteosis y un oro, el Olimpo mismo.
Lo malo es la política que lo rodea todo. Lo peor son los políticos que, como estos chinos dictadores y represores, se adueñan de lo que debería ser y prevalecer sobre todo lo demás, del Espíritu Olímpico: mas alto, mas rápido, mas lejos. Sin mancharlo, sin trampas y en LIBERTAD.
Pekín no cumple ni de lejos. Su régimen corrompe derechos y libertades y ataca ese Espíritu en su esencia.
Eso ennegrece estos JJ.OO. blancos que hoy se están celebrando en la China comunista y dictatorial.
Ya lloverá, cuando «la niña» quiera. Como son algunas mujeres desde pequeñitas; que le vamos a hacer.
Yo estoy con el » que le den a Pekín» básicamente porque desde que los chinos contaminaron al mundo con su bicho salido de un laboratorio de Wuhan, pues me caen bastante mal. Es esto de la economía del cerebro, que generaliza para evitar gastos innecesarios. Seguramente algún chino me caería bien, pero así, en términos generales, pues que les den. Lástima que nos tengan cogidos por buen sitio en la economía, porque mira que les hemos dejado, desindustrializando nuestras economías para engordar las suyas. Pero qué listos somos.
En el colegio de mi hijo, desde hace años ofertan el idioma chino, mandarín supongo que será, por eso de los muchos dialectos. Pues nada, mi hijo con el inglés de toda la vida, y tan a gusto.