La justicia belga ha rechazado la extradición a España del exconsejero catalán – y golpista-, de Cultura, Puig. Creo que es una buena noticia. Si Puigdemont y sus papanatas hubieran sido extraditados a España, estarían ahora en trance de ser indultados. El amparo de la justicia belga, siempre hostil con España, obliga a los delincuentes separatistas a vivir en Bélgica, y no existe peor castigo. Para un fenicio mediterráneo hay pocos paisajes que resuman mejor la tristeza y la melancolía que los belgas.
“Le Plat Pays” de Jacques Brel, que al igual que Hergé – las dos glorias nacionales- eran valones y no flamencos. Porque hay dos “Bélgicas”. La francófona y francófila, y la flamenca. Los flamencos no olvidan su sumisión a España, su pertenencia a España, su Historia compartida con España. Y creen que nos hieren manteniendo bajo su rencor a los forajidos huídos, cuando en realidad, están regalándonos un inmenso favor. Flamencos y valones, o lo que es igual, holandeses sin Holanda y franceses sin Francia, se abominan. Bruselas y Amberes. En sus dos grandes plazas, el Escudo policromado de la Corona de España.
Por su ubicación, Bélgica es la sede de la Unión Europea. Me refiero a Bruselas, su capital, valona. Waterloo es flamenca, y no hay coñazo más clamoroso que vivir en Waterloo. En Francia se ríen mucho de los belgas. Dicen que lo más divertido que puede acontecer en una cama habitada por una pareja de belgas es que se caiga el edredón al suelo. El gran humorista italiano Pittigrilli, se inventó los cinco libros más cortos del mundo. “ El Diccionario Sioux-Apache Apache-Sioux”, “ Las mejores Recetas de la Cocina Inglesa”, “Antología del Humor Alemán”, “Grandes Amantes belgas” y “Quién es Quién en Puerto Rico”. En Flandes se habla el flamenco, que es un holandés aún más complicado. “La Vida es demasiado corta para aprender ese lenguaje absurdo”, dijo Churchill en un momento de sosiego. “Vivir en Bélgica permanentemente es peor que ir a una fiesta y bailar toda la noche con la propia madre”, apuntó don Francisco Silvela, el gran político de la Restauración. Waugh no necesitó de mucha palabrería para definir las delicias de Bélgica. “Una sitio donde un rayo de sol es un milagro, un bar abierto otro milagro, y todo y todos huelen a mejillón”.
Por todo ello, resulta reconfortante el desmedido interés de los belgas por mantener el amparo a ese pequeño grupo de delincuentes españoles. En lugar de los brillantes azules del Mediterráneo, las aguas sepias y deslucidas del primer paso del Mar del Norte, abrazado a sus nieblas y sus tempestades. Cataluña es un paraíso que los belgas le niegan a nuestros malhechores y bandidos. En las cárceles administradas por la Generalidad de Cataluña vivirían mucho mejor que en la nostálgica libertad de Flandes. De cuando en cuando, recibirían la visita de Pilar Rahola, y posiblemente del apuesto Conde de Godó. Y en lugar de mejillones, serían agasajados con langostas de Gerona, revueltos de “moixernons” de los bosques barceloneses, gambas rojas de Tarragona y peras de Lérida, que ayudan a una buena digestión.
En España, estarían un día sí y el otro también, exigiendo el perdón de sus condenas. En marcha están los vergonzosos indultos prometidos por Sánchez e Iglesias a cambio de los votos que han aprobado los presupuestos. El gran problema de los separatistas catalufos, y me refiero a los que delinquen y abusan del dinero de todos los españoles para llevar a cabo sus delitos, es que son un tostón. Aburridísimos, como las sardanas. Se inauguró el “supositorio” de Agbar, y Carod Rovira le preguntó a uno de los arquitectos por el idioma que prevaleció durante la construcción, si el catalán o el español. –El marroquí-, respondió el arquitecto. Y a Carod Rovira le sentó fatal la respuesta.
Bien están nuestros maleantes en Flandes. Que los aguanten los flamencos. Bastante tenemos en España intentando sobrevivir con este carísimo Gobierno de gamberros y antiespañoles para que tengamos que sumar a nuestras congojas a este grupo de plomos derretidos. Allí están bien, en los grises amaneceres y los días marengos. Lo único que este Gobierno no nos puede robar a los españoles es el sol, la luz, la portentosa capacidad de España para cambiar paisajes y horizontes. Allí, casi todo es igual, y esa insistencia en la tristeza, es la peor de las condenas posibles.
Que sigan en Flandes, y que les den.
Alfonso Ussía
Publicado en la Gaceta de la Iberosfera el 11/01/2021