Hace unos meses, leí una entrevista, transversal y cariñosa, al ministro del Interior Marlasca. Intentaba el entrevistador ahondar en los sentimientos íntimos del buen juez y nefasto político. En un tramo del masaje impreso, Marlasca reveló su mayor tragedia vital. “El día que le dije a mi madre que era “gay” estuvo casi un año sin hablarme”. La madre, vasca, no era partidaria de esas cosas. Creo que se equivocó y no supo aventurar el futuro. En la España de hoy, ser “gay” es tan importante y provechoso como falsificar “Másters”, indultar a golpistas y pegar patadas a los ciudadanos jubilados y enfermos en una noche loca. Está de moda.
No obstante, aquella confesión ayudó a crecer mi misericordia. No era fácil ni sencillo salir del armario. El primero que lo hizo sin límites ni prudencias, allá por los años cincuenta, fue Rafaelito Neville, hijo del gran Edgar Neville. Así que paseaba Rafaelito meciendo su trasero de oriente a occidente y portando en la mano.......
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