A un coherente dirigente comunista, nada le gusta más que una gran construcción. Stalin – tan admirado por el Moños-, ordenó levantar un gran edificio en Moscú, a orillas del Volga, para albergar a los mandos medios del PCUS. Le presentaron tres proyectos, de dos arquitectos rusos y uno georgiano. No se decidía, e interpretaron sus allegados que le gustaban los tres. Asumieron un riesgo. Se inició la construcción del gran monstruo con los tres proyectos simultáneos. Fueron trasladados a Moscú mil prisioneros para construirlo. Cuando finalizaron las obras, de los mil se mantenían con vida menos de trescientos. El frío, el hambre y las palizas fueron las causas de su muerte. El inmenso edificio, con los tres proyectos ensamblados, era horroroso.
Y así lo estimó Stalin, que ordenó la ejecución de los encargados de vigilar el proyecto y de los arquitectos previamente elegidos por él.
El gran monumento que desean transformar los socialistas y comunistas del Gobierno no es otro que, derruída la Santa Cruz más alta del mundo, destinar la basílica, la hospedería y el monasterio de los Padres Benedictinos a otros usos y ocurrencias....
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